lunes, 31 de agosto de 2015

¿Pairadise?

Madrugamos mucho para coger el único local bus que sale hacia Pai, que de local tiene más bien poco ya que va cargado de mochileros. Tras cuatro horas de camino; en las que había momentos que parecía que íbamos a tener que empujar al autobús cuesta arriba; llegamos a este pequeño pueblo que se ha hecho famoso por su ambiente hippie y desenfadado, la facilidad de conocer gente de otros lugares, y por el encanto de su entorno montañoso, que nos hizo recordar los días pasados en Vang Vieng (aquí también se puede hacer tubbing).


Tras una larga caminata para encontrar la guest house, dado que el puente de bambú había sido derribado por el monzón (ese que nos ha estado evitando durante casi todo el viaje), nos fuimos a comer un delicioso Pad Thai a un restaurante muy hippie. Después de reponer fuerzas, la scout decidió irse al Memorial Bridge caminando, mientras que los locos de la moto prefirieron alquilar una e irse a visitar los alrededores: las cascadas de Mo Paeng, el pueblo chino (creación exclusiva para los turistas, pero que en lo alto guarda unas vistas preciosas de la región), el Pai Canyon (con mucho encanto, pero se vienen arriba al compararlo con el de Colorado), y por último el Memorial Bridge, donde nos reencontramos con Elvira.


Tras ver el atardecer (o lo que las nubes dejaron ver de él), decidimos hacer dos viajes en moto para volver. Nada más arrancar, toca parar para ponerse el chubasquero, y joder la que cayó. Esta vez sí, la lluvia monzónica impedía mantener los dos ojos abiertos; menos mal que Nacho (que hacía las veces de mototaxista) lleva gafas, y paraba algunas gotas; pero no le hubieran venido mal unos limpiaparabrisas. Tras dejar a Elvira, y mientras volvía a por Sergio, Nacho oyó un grito en mitad de la carretera, y paró. Se trataba de Sergio, a quien una tierna tailandesa se había ofrecido a llevar, viendo la que caía. Así que se cambia de moto, y vuelven los dos al hostal.

Allí nos dimos una buena ducha (de las pocas calientes de todo el viaje) ¡y qué bien nos sentó! Después salimos a dar una vuelta por el Night Market, donde todos los hippies aprovechan para vender sus creaciones. Disfrutamos un poco del ambiente, y nos volvemos a descansar.


Al siguiente día, tras coger fuerzas con un desayuno en la guest house, nos ponemos las botas y salimos a realizar uno de los trekkings más auténticos de este viaje: las Mae Yen Waterfalls. Un recorrido de 7 km ida y 7 vuelta a través de la jungla, pobremente señalizado (lo cual lo hace más auténtico) y en durante el cual hay que cruzar el río nada más y nada menos que ¡38 veces! El caso es que tres horas después de empezar, y tras disfrutar del paisaje y el camino entre árboles, estábamos ante las Mae Yen, una cascada en dos niveles que termina en una pequeña charca en la que te puedes dar un chapuzón (que apetece bastante después de la paliza). Después de tomar las provisiones 7-eleven style, comenzamos el camino de vuelta a Pai, el cual se hace más llevadero. Una excursión que merece mucho la pena, y que es curioso ver lo poco transitada que está en relación con la cantidad de turistas que recibe Pai. Nosotros pudimos hacer todo el camino de ida y disfrutar del baño en solitario, y sólo nos cruzamos con tres o cuatro parejas en el camino de vuelta.


Ya en Pai reponemos fuerzas con unos refrescantes fruitshakes, y por la noche volvemos a disfrutar del ambiente del Night Market, donde nos tomamos unas deliciosas crepes de plátano y chocolate, hechas con mucho amor y delicadeza por una adorable pareja, que monta el puesto cada noche.

Tras esto nos recogemos para al día siguiente hacer uno de esos días de viaje 24 horas, con un bus a chiang Mai y de ahí otro a Sukhothai. Pai, a pesar de lo turístico que es, nos ha gustado y le hemos encontrado mucho encanto, y creemos que tiene muchas cosas que descubrir y explorar en sus alrededores narurales, más allá de la fama hippie y de fiesta que le precede. 


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