Llegamos a Kratie y decidimos pasar la primera noche en un homestay en la isla que hay en frente de Kratie, en medio del Mekong, llamda Koh Trong. La isla es un reflejo de la vida rural jemer. A pesar de que están acostumbrados a ver a gente occidental, siguen viviendo en sus casas tradicionales, con su humilde ritmo de vida, y no dudan en saludarte y ofrecerte una amplia sonrisa cuando te cruzas con ellos. Dimos un paseo por la isla, su pequeño templo y campos de cultivo, para terminar viendo un bonito atardecer en el río. Por la noche cenamos Amok (plato típico camboyano, hecho a base de pollo y pescado) con en el resto de huéspedes: una pareja francoalemana, dos estudiantes inglesas y una señora alemana de lo más peculiar. Una vez más caímos en el error de que creer que un homestay llevába implícito el convivir con una familia, cenar con ellos y conocer un poco más de su cultura; pero nos encontramos con que sólo consiste en dormir en una casa local, en condiciones similares a las de una guesthouse (y en ocasiones a precios más elevados).
Al día siguiente cruzamos de vuelta a Kratie, y nos tomamos el día de descanso deambulando por sus calles. Además, nos encontramos con un catalán que ya nos habíamos cruzado en su momento, nada más y nada menos que en Hoi An. ¡Qué pequeño es el mundo!
Tras este día, empieza la odisea hacia Siem Reap. Primero cogemos un autobús que nos lleva hasta Skun en 5 horas; allí hacemos una parada de otra hora y cambio de bus, esta vez directo a Siem Reap. La hora prevista de llegada eran las 16:00, sin embargo, entre el retraso y una parada a mitad de camino en la que el conductor se bajó con una llave inglesa (por motivos aún desconocidos), llegamos a las 20:00. En la estación nos esperaba un tuk tuk que nos llevó hasta el hostal, de nuevo con free coffee and tea.
El primer día en Siem Reap hacemos un cambio de planes y decidimos pasar lo que nos queda en Camboya viendo Angkor. Así que alquilamos unas bicis, y allá que vamos a por nuestro ticket de tres días.
Comenzamos el circuito, tras dos horas perdidos por caminos y carreteras, por los templos de Angkor. Decidimos empezar por los más pequeños y alejados, para reservar la majestuosidad de Angkor Thom y Angkor Wat para el final.
La ciudad que hace 800 años llegó a albergar a más de un millón de personas, hoy se ha convertido en una visita obligatoria. Algunos de los templos han llegado en perfecto estado hasta nuestros tiempos, mientras que otros han sido invadidos y dominados por la naturaleza, recordándonos el poder y la fuerza de ésta, y dotando de un aire mágica las ruinas. El atardecer y el amanecer en Angkor son también un hito obligado en esta visita, a pesar del madrugón que conllevan, y de lo masificado que llega a estar. Sin embargo las vistas y los colores con este escenario de fondo lo merecen sin duda. El tercer día decidimos cambiar de dirección y ver los aislados templos de Rouluos, construídos años antes que la ciudad de Angkor, mucho más tranquilos y pequeños que éstos.
Nosotros decidimos hacer el circuito en bici, por la libertad que esto conlleva, y ya que contábamos con tres dias de visita. Sin embargo, para rodos aquellos que no dispongan de tanto tiempo y prefieran verlo en un solo día, es bastante recomendable coger un tuk tuk (como Quim Gutiérrez, con quien nos encontramos en medio de Angkor), ya que el recinto es extremadamente grande.
La ciudad de Siem Reap, como tal, no tiene mucho que ver. Ha crecido por y para el turismo, y cuenta con una calle de pubs (sólo apta para westerns), y un mercado nocturno, donde puedes conseguir camisetas a pesetas y calzoncillos a durillos.
Con este broche de oro cerramos nuestra estancia en Camboya, y ponemos rumbo al País de las Sonrisas, donde terminarán nuestras andanzas por el sureste asiático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario