jueves, 6 de agosto de 2015

¿Seguimos en Vietnam?

Llegamos a Dalat tras un viaje de unas cinco horas en minibus (el estado de las carreteras no permite vehículos más grandes) donde charlamos con ¡otra maestra! francesa muy simpática que se estaba recorriendo Vietnam por su cuenta. 

Al llegar encontramos hostal fácilmente dado que ya lo habíamos buscado por internet. Nos alojamos en una habitación compartida de seis camas, que no se llenó durante nuestra estancia, así que la tuvimos para nosotros solos. Los dueños nos dan la bienvenida y nos invitan a cenar esa noche. Además teníamos coffee y tea free y desayuno :) ¡Cómo nos conquistan con tan poco!



Por la tarde, pese a las advertencias de lluvia de la gente del hostal, decidimos salir a dar una vuelta. Dalat sin duda es diferente a las demás ciudades vietnamitas que hemos visitado. Entre montañas y con un clima no superior a los 25 grados, se encuentra esta antigua villa descubierta por los franceses y lugar de vacaciones de muchos de ellos durante el siglo XIX. Como resultado, el pasear por sus calles te hace recordar a cualquier villa francesa debido a la arquitectura típica de sus casas y lo bien cuidado que tienen las zonas verdes. ¡Además los precios de las cosas son iguales para turistas que para vietnamitas! Lo que da un respiro a nuestro apretado bolsillo. 



Poco después de salir del hostal, llegó la lluvia. ¡Y de qué manera! Tuvimos que resguardarnos debajo de un puesto durante media hora hasta que amainó un poco. Sacamos el chubasquero y nos pusimos en busca de la Catedral de Dalat y la Crazy House. Ésta última se trata de un "hotel" abierto al público, diseñado por una arquitecto que trata de fusionar su trabajo con la vuelta a la naturaleza: edificios con animales gigantes, pasarelas aleatorias y caóticas que simulan ser troncos de árboles que cruzan hasta por encima de los tejados, telarañas, setas, cuevas... todo a lo grande y como salido de un cuento. Tras esta visita, nos dirigimos a la pagoda de Son Ly y al convento de monjas, y de vuelta al hostal. 



La cena que nos tenían preparada consistía en rollitos de primavera que cada uno se tenía que ir haciendo mezclando muchos trozos de frutas frescas (mango, piña, plátano verde...), verduras, tofu y trozos de carne. Tuvimos el placer de conversar con la gente del hostal y demás huéspedes. El dueño acabó invitándonos a un par de cervezas mientras veíamos videos de Shakira (a la que el dueño adoraba) en youtube. Terminados los vídeos, cogimos la guitarra y nos pusimos a cantar unas cuantas canciones. 



Al día siguiente realizamos un trekking (no muy emocionante, ya que íbamos al lado de la carretera) de 7 km hasta las Cataratas de Datanla. Nos imaginábamos que serian turísticas dadas las fechas de vacaciones vietnamitas y lo cerca que están de Dalat, pero la que tenían montada era mucho peor. Habían construido una especie de parque de atracciones alrededor de las cataratas con miles de puestos turísticos, una especie de montaña rusa y hasta un teleférico para que la gente no tuviera que volver subiendo. De todas formas, intentamos separarnos de la marea y contemplar el bello paisaje que nos rodeaba. 



A la vuelta y dado que nos habían vuelto a avisar de que llovería por la tarde, algunos decidimos dar un paseo por el gran lago de Dalat (famoso por sus barcas con forma de cisne en las que se suben las parejas de enamorados; vamos, una ñoñada en toda regla), visitar el mercado y dar una vuelta por la ciudad hasta que se puso a llover. Cogimos unos bocatas y unos bollos de la bakery de al lado del hostal (riquísimos) y comimos en el hall del hostal. Por la noche aprovechamos que había parado de llover para visitar el mercado nocturno. Estaba a reventar de gente y de puestos de todo tipo. 



El último día en Dalat lo pasamos subiendo la cima de la montaña más alta de los alrededores de la ciudad, la llamada Lang Bian Mountain. Los del hostal nos dejaron unas motos tiradas de precio (puesto que solo las íbamos a coger una mañana) y fuimos hasta el recinto. El sitio es muy turístico pero como todo el mundo sube en jeep y a un pico más accesible por carretera, durante nuestro trekking no encontramos casi a nadie. Al principio fuimos bosque a través (ya que no queríamos volver a caminar por la carretera) confiando en Elvira y su historial de scout. Fuimos subiendo poco a poco hasta que tras unos 40 min nos topamos con tres locales a los que decidimos seguir. Gracias a ellos encontramos un camino (marcado apenas con tres flechas blancas) que nos llevo hasta un letrero que ponía que nos faltaban 2,2 km para la cima. El primer kilómetro es un sendero sencillo, pero el último consiste en ir subiendo peldaños con gran pendiente, pasar por debajo o por encima de troncos y pringarse de barro. El bosque que te rodea mientras subes la cima junto con el clima y la lluvia de los días anteriores hizo que se respirará aire puro, y durante el ascenso pudimos ver alguna que otra serpiente. Las vistas desde lo alto te regalaban un paisaje lleno de verde, con la ciudad de Dalat a lo lejos, y una pequeña zona de invernaderos de flores: la caminata había merecido la pena.



Pero una vez arriba tocaba bajar, ¡y esta vez el tiempo jugaba en nuestra contra! Bajamos los empinados y embarrados escalones lo más rápido que pudimos, para después correr un camino de tierra que llevaba hasta el asfalto. Ahí corrimos cuesta abajo y sin frenos (Sergio es totalmente incapaz de frenar cuando corre cuesta abajo, si no encuentra un poco de llano), cogimos las motos y volando al hostal, donde nos esperaba una furgoneta (cada vez esto del open bus va bajando más de categoría) para llevarnos hasta Mui Ne, por unas carreteras en bastante mal estado, pero rodeadas de montes de pinos y valles a lo lejos, que hacen que el trayecto merezca la pena.

Así, dejamos atrás Dalat agradecidos con el trato recibido por los dueños del Hobbit hostel, sorprendidos por lo denso de sus bosques y su agradable temperatura. Un sitio muy recomendable para quien le guste perderse en la naturaleza, a pesar de lo turístico de algunas de sus cascadas y picos.

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