domingo, 26 de julio de 2015

Y al fin, ¡motos!

Y tras tanto paisaje de arrozales, vuelta a la alocada Hanoi nada más y nada menos que a las 3:30 de la mañana. Decidimos acercarnos al lago y hacer allí tiempo viendo cómo amanece la ciudad, reaparecen las motos y las calles se van llenando de personas haciendo sus curiosos ejercicios matutinos. Entonces decidimos poner rumbo al mausoleo de Ho Chin Minh. Encontrarlo es tarea fácil; ahora bien, encontrar la entrada nos cuesta lo suyo, yendo de una puerta a otra según nos van diciendo los distintos guardias. Así, a las 7:30, y tras una buena cola amenizada por vídeos de cantantes líricos homenajeando al grande de su país, nos acercamos a la puerta del mausoleo. De dentro sale un aire gélido, y en cada esquina se deja ver un guardia estrictamemte formado y con un uniforme impolutamente blanco. Cuando accedemos al recinto (sin cámaras, sin mochilas, y sin osar pararnos más de la cuenta), somos testigos del sobrecogedor y a la vez macabro espectáculo: el viejo militar descansa arropado con una manta a la altura del pecho, en una enorme urna de cristal, madera y metales preciosos, la luz tenue, la habitación de colores oscuros y un guardia en cada una de las esquinas del sepulcro. Treinta o cuarenta segundos después, ya estábamos fuera.



Tras ello, directos a la estación de Giap Bat a coger un autobús local a Ninh Binh. La ciudad en sí no tiene nada que ver, y es bastante fría, pero es un sitio estratégico para hacer distintas excursiones. Así que como sólo tenemos una noche allí decidimos buscar rápido un sitio donde alojarnos y alquilar un par de motos para esa tarde y la mañana siguiente. Además aprovechamos para comprar lo que llaman "Open Bus", un billete de autobús por trayectos que puedes decidir cuándo hacer. Implica perder en aventuras de transporte y compañías curiosas, y ganar en comodidad (nos vienen a buscar a la puerta) y ahorro.



La primera parada que hacemos con las motos es Tam Coc, la llamada bahía de Halong de interior, y con razón. Cientos de montañas se alzan solitarias rodeadas de arrozales, y en algunos puntos surcadas por algún pequeño río. El típico paseo en barca por la zona, con visita de cuevas, se nos va de presupuesto, así que decidimos explorar un poco la zona y llegamos a la Mua Cave, que de cueva no tiene nada. Nos ponemos a subir los cientos de escalones de casi 40 cm cada uno, hasta llegar a lo alto de una montaña: las vistas son inmejorables. Montañas en el horizonte, barquitas en el río, niños bañándose entre nenúfares, arrozales que se extienden hasta donde abarca la vista y, al fondo, la ciudad. Además en los picos vecinos se alzan pequeñas pagodas, y hasta el perfil de un dragón chino se vislumbra en una de ellas. Tras dejarnos maravillar por estos paisajes descendemos de nuevo, y seguimos perdiéndonos entre las montañas y arrozales, primero a pie, y luego un poco a moto, lo que nos lleva a un templo y a algún que otro cementerio.



Al día siguiente desayunamos en un café en el que ya empezábamos a ser habituales en sólo día y medio, y nos pusimos sobre ruedas a buscar Hoa Lu, la antigua capital de Vietnam allá por el siglo X. Tras unas cuantas vueltas, preguntas a distintos locales, y búsquedas en mapas fallidas, decidimos darnos por vencidos y seguimos recto por la carretera hasta Bai Dinh, el mayor complejo de templos budistas de todo Vietnam. Tras pasarnos también la entrada, pero esta vez teniendo localizado el sitio por lo enorme de su pagoda, la mujer de un bar nos insta a aparcar allí, y nos enseña un camino para entrar. ¿Hasta qué punto nos colamos, guiados por esta mujer? Es una buena pregunta de la cual no tenemos clara la respuesta.



Bai Dinh resulta ser un monumental complejo de apenas 15 años de  antigüedad, y la mayor agrupación de eststuas de Buda que os podáis imaginar. Todas las paredes de sus templos están repletas de pequeñas figuritas, y los corredores laterales que discurren a lo largo de la colina conectando los distintos patios, también. La pagoda, como hemos dicho, es monumental.



Se acerca la hora de devolver las motos, así que ponemos rumbo a Ninh Binh y... ¡Oh, no! En plena recta una de las motos deja de acelerar y va parándose hasta que el motor se para. Imposible arrancarla de nuevo. Tras varios intentos y haber parado a un motorista que tampoco nos prestó mucha ayuda, Nacho y Elvira se van a buscar ayuda (literalmente, llegan a una casa y en el traductor del móvil ponen "HELP!"). Así que allá van Lucas y Sergio empujando la moto. El hombre de la casa la intenta arrancar un par de veces, sin éxito, y lo ve clarísimo. Coge un destornillador, desmonta unas piezas y ¡eureka! un manguito totalmente suelto. Lo encaja como si nada y ¡volvemos a tener moto! El susto que podía haber significado pagarle una millonada al mafioso del hotel que nos había alquilado las motos, se queda en una experiencia más que contar y un eterno agradecimiento y pago simbólico al buenhombre.



Antes de que nada más ocurra nos vamos hacia el hostal, devolvemos las motos, nos duchamos, hacemos las maletas, y hacemos tiempo en nuestro café preferido. Y para cenar ¡¡¡bocata de salchichón!!! Gracias Elvira, gracias. Tras ello, a esperar el autobús, y a dormir en él hasta las 7 de la mañana que amaneceremos en Hue, antigua capital imperial del país.

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