miércoles, 8 de julio de 2015

Bienvenido monzón

Último despertar en Vientiane, y a meternos en una furgoneta 3 horillas camino a Vang Vieng. Nos toca en los asientos delanteros, así que tenemos barra libre de aire acondicionado y un escaparate a las espectaculares vistas montañosas, cubiertas de frondoso verde mires donde mires. 

Llegamos a muestro destino antes de lo previsto, por lo que a medio día ya estábamos instalados en la Guest House. En esta ocasión dormiríamos en un bungalow con vistas privilegiadas al paisaje kárstico que tanto caracteriza a Vang Vieng.El hostal está llevado por un occidental, y la que suponemos es su mujer laosiana,  y ofrecen también un restaurante con una comida casera deliciosa, todo ello fuera del ambiente turístico y ruidoso del centro.




Por la tarde dimos un paseo por el río Nam Song (con baño incluído) y visitamos una cueva, que para llegar a ella había que recorrer un laberinto de arrozales. El día termina con una puesta de Sol idílica, otra rica cena a cargo del hostal y a reponer energías para el día siguiente. Durante la noche nos despierta el ruido del agua chocando contra el tejado: ha llegado el monzón. Menos mal que por la mañana dío un poco de tregua.



Nuestro segundo día comienza con un fuerte desayuno a base de tortitas, y sucumbimos al turisteo de una excursión organizada de todo el día. Un tuk-tuk nos lleva hacia el norte de Vang Vieng, donde visitamos la Water Cave de una manera muy peculiar: encima de un flotador y guiados por cuerdas a través de la cueva. Fue una experiencia muy divertida. Tras ello, la comida más temprana de todo el viaje (¡si son sólo las 11, a esa hora en verano, en España, casi ni hemos desayunado!), rodeados de koreanos, que más tarde, y con más confianza, se animarían a hacerse fotos con nosotros.

Por la "tarde", nos montan en otro tuk-tuk y nos acercan al río donde nos montamos en kayak para descender 8-9 km hasta la ciudad, con parada en un bar a medio camino para tumbarse en hamacas y tomarse unas Beer Lao. Las vistas desde el río son inmejorables, y siempre hay hueco para la diversión, echándonos un poco de agua con los koreanos.




A media tarde termina el tour, y damos un paseo por la ciudad mientras veíamos como unas nubes grises iban cubriendo el cielo. Y, efectivamente, nos pilla la tormenta. A tan sólo 300 metros de la Guest House, nos calamos y vemos obligados a regugiarnos en un soportal con otros locales. Esperamos un poco a que amaine, y recorremos el camino que nos queda, que casi podíamos haberlo hecho en kayak.




El resto de la tarde la pasamos refugiados en el bungalow, organizando un poco la semana que viene (¡menudo caos tenemos en la cabeza!). 



Nuestro último día aquí lo pasamos a orillas del río, con vistas inigualables. Después recogemos las mochilas y pasamos la tarde viendo capítulos de Friends, típico de los bares del centro de Vang Vieng. Por la noche nos espera un sleeper bus hacia la próxima aventura: Luang Prabang nos espera.

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