Así es, sucumbimos a los tours para los cuatro días siguientes en Vietnam. No somos nada partidarios de estos tours y de su filosofía con respecto al turismo, pero en algunos casos como en Halong Bay vimos muy difícil el visitarlo si no es de la mano de estos tours.
La primera mañana desayunamos un riquísimo desayuno en el Winter Hostel, nos despedimos del Sr. Dong y cogimos un par de plátanos para el viaje. Nos vinieron a recoger al hotel y un minibus nos llevó al puerto de la Bahía de Halong. Durante el viaje en el minibus, conocimos a Quy, el que iba a ser nuestro guía durante estos dos días en Halong Bay. Empezó presentándose y luego nos hizo hablar y presentarnos cada grupo. En la presentación, conocimos a un matrimonio uruguayo con el que nos pusimos a hablar durante el viaje (el idioma es lo que tiene).
Al llegar a Halong, miles y miles de turistas abarrotaban el puerto a la espera de su barco. Esperamos unos minutos hasta que embarcamos en un pequeño barco que nos llevaría hasta el crucero en el que haríamos noche. Nada más embarcar, nos sirvieron la comida. Mientras comíamos, el barco puso rumbo a las islas de Halong. Comimos junto con los uruguayos y tuvimos una placentera sobremesa hasta que nos interrumpió Quy (en Vietnam al parecer no saben lo que es una buena sobremesa) para unirnos a los demás y explicarnos el horario de estos dos días.
Por la tarde, visitamos una gigantesca cueva (cada tour te dice que la suya "es la cueva más bonita y más grande de toda la bahía) y disfrutamos del paseo a su través mientras Quy nos explicaba un poco cada parte. La multitud de turistas y esas luces más propias de cualquier bar de carretera que de una cueva, no nos gustaron mucho, pero reconocemos que la cueva era bonita. Tras esto, disfrutamos de un paseo en barco de lo mas relajante en el que a medida que nos íbamos adentrando en la bahía, las islas que se veían a lo lejos entre la niebla, iban tomando forma y pudimos contemplar el bellísimo paisaje que nos envolvía.
Una vez echada el ancla, ¡¡al agua!! Nos dimos un par de baños y saltamos desde las diferentes terrazas del barco. El agua, aunque un poco caliente, nos vino de maravilla. Más tarde una ducha en el camarote y a cenar. Después de la cena (esta vez, nos juntamos con una pareja de jovenes holandeses), disfrutamos de una "Happy hour" con cerveza gratis y despedimos el día en la cubierta hablando con los uruguayos.
¡Qué bien dormimos! Las camas eran comodísimas, pero no podíamos perdernos la clase de Taichi que tenía preparada Quy por la mañana, así que madrugamos para la clase, y después a desayunar. Más tarde, un poco de kayak por las aguas tranquilas de la bahía visitando alguna casa de pescadores y acercándonos a la orilla de alguna de las 1900 islas que forman esta bahía. Más tarde, ducha, a recoger todo y mientras elevábamos el ancla, tuvimos nuestra primera "cooking class" del viaje que consistía en hacer unos rollitos de primavera. Véase la gran dificultad del asunto que hasta Nacho pudo hacerlo.
Justo antes de llegar al barco, disfutamos de la última comida en el barco. Lo mejor del tour son las vistas, la cama y la comida (a pesar de que las bebidas no están incluidas en el pastizal que pagas por el tour).
De vuelta a Hanoi, Quy nos explico mucho mas acerca de la cultura, la sociedad y la política vietnamita. Se centró sobre todo en la Guerra de Vietnam y en cómo funciona el estado comunista actualmente. Una charla realmente interesante.
Al llegar a Hanoi, volvimos al Winter Hostel y a sus Bananas-Coffee-Tea Free! y mientras esperábamos al bus nocturno a Sapa, nos duchamos y nos fuimos a cenar unos bocatas a un puesto callejero cerca del hostal. Finalmente, nos recogieron y nos llevaron al bus.
Llegamos a Sapa a las 5.00 am y menos mal que el conductor nos dejó dormir media hora más antes de despertarnos para que saliéramos del bus. La verdad es que no descansamos mucho entre el cajetín de cama en el que te meten y alguna que otra francesa alterada, el sueño fue a trompicones.
Al salir del bus dimos por primera vez utilidad a la sudadera y nos dirigimos al hotel. Como era tal la cantidad de turistas que llegaban en buses nocturnos, tuvimos que andar hasta el hotel puesto que no había taxis suficientes para todos. Al llegar al hotel, dejamos las mochilas y nos dieron de desayunar.
Tres horas después localizamos a nuestra guía mhong (habitante de una de las aldeas que pertenecen a Sapa) llamada Thung y nos reunimos todos los que íbamos a ir en su grupo. Adivinad, la alterada french, de entre los 10 grupos posibles, estaba en el nuestro, ¡menuda suerte!
¡Hora del trekking! Un séquito de niñas mhong nos acompañará durante todo el camino, haciendo preguntas y ayudando a los no tan ágiles. El treking no fue difícil, lo que fue es muy embarrado. La noche anterior había pasado el monzón por la región de Sapa y estaba todo el camino lleno de barro, lo que hacía sin duda el trayecto mucho mas divertido. El paisaje de Sapa es alucinante. Por mucha foto que hayas visto antes, las miles de terrazas de arroz esparcidas por la ladera de las montañas no dejan de impresionarte.
Tras varias caídas (ajenas), risas y fotos, hacemos parada en Lao Chai para comer (bebidas no incluidas, como siempre). Después seguimos caminando y hacemos una nueva parada para que Thung nos cuente sobre la cultura mhong, y de cómo se abrasan la frente con el mero fin de quitarse el dolor de cabeza. Un poquito más de camino entre areozales y llegamos al "homestay": nótesen las comillas, porque resultó ser una casa enorme, en cuyo piso de arriba íbamos a dormir 22 occdientales, mientras que la familia se limitaría a prepararnos la comida, sin tener ningún tipo de contacto con ellos. Ni punto de comparación con Don Kho. Como de todo se puede sacar algo positivo, allí conocimos a tres españolas muy simpáticas, maestras, que andaban viajando por Asia durante sus vacaciones.
Al día siguiente desayuno en grupo, preparado por la familia, y un treking mucho más ligero que el día previo, que nos llevó hasta una cascada y un río en el que pudimos darnos un chapuzón refrescante. Después comimos, y un autobús nos llevó de vuelta a al mismo hotel en el que habíamos desayunado el día previo. Así, pasamos el resto del día en el pueblo de Sapa, y nos despedimos todo el geupo del homestay con unas cervezas, antes de coger el sleeper bus a Hanoi.
Estos cuatro días de "todo hecho" con los tours, nos hacen reflexionar sobre la masificación del turismo, que es capaz de hacer que ciertos paisajes pierdan parte de su magia y encanto, o que hagan sumamente artificial y poco íntimo el hecho de dormir en casa de un local, conociendo su cultura y forma de vida. Nos ha resultado una forma fácil de conocer estas regiones, aunque ha quedado demostrado que no es la forma de turismo que más nos gusta.

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