Nos dirigimos a la zona de hostales y tras ver algunos nos decidimos por el Trang Ly a 4 dólares la noche y con alquiler de motos. Desayunamos en el hostal y pillamos un par de motos para visitar Hué y sus alrededores.
Nuestra primera parada es la tumba de Tu Duc que nos deja bastante frios. El complejo esta muy deteriorado y hay obras por todas partes. La visita se hace incomoda con tantos andamios y las altas temperaturas. Vamos, que no vale lo que cuesta.
Debido al calor, volvemos al hostal a refrescarnos, cogemos los bañadores y tomamos rumbo a la playa.
Una vez llegamos a la zona costera, hacemos parada para comer en un puesto callejero y continuamos el trayecto dejando atrás la zona turística y siguiendo el camino de tierra por los pueblos de pescaderos de la zona hasta que se acaba y damos con una playa deshabitada con la excepción de una decena de barcas de pescadores.
Aparcamos las motos y al agua. En uno de esos baños se nos acerca un pescador y decidimos subirnos a su barca en la cual nos explica como pesca y el tamaño de los peces que ha pescado ese día. Más tarde nos tomamos unas cervezas en el primer puesto que vimos y contemplamos el atardecer.
De vuelta al hostal tras sobrevivir al tráfico nocturno de Hué nos duchamos y quedamos para cenar con Ana, una compañera de clase de Medicina que también esta visitando Vietnam y, casualidades de la vida, también se encontraba en Hué con un amigo. La cena fue muy entrañable compartiendo historias de viaje y aventuras y ademas el dueño del restaurante nos regaló una postal a cada uno.
Al día siguiente visitamos la Ciudadela y la Ciudad Imperial; esta última muy castigada por la guerra. De sus decenas de edificios apenas se conservan intactos seis o siete, y el resto están en proceso de reconstrucción. Es curioso ver cómo ha cambiado, pues en el recinto tienen incontables fotos de la época imperial, de la guerra y la actualidad. Un buen sitio donde perderse y fantasear con la grandiosidad que tuvieron que contener estos muros durante años. Lo más llamativo, un campo de tenis "imperial", cortesía del último emperador y de su gusto por lo occidental.
Tras esta visita volvemos al hotal donde, tras una hora de espera, nos meten en un taxi y nos llevan a la estación de buses. Allí no vemos ningún bus de la compañía con la que tenemos contratado el circuito asi que tras discutir con el taxista, el dueño del hostal y el conductor nos metemos en el bus (ya que no nos queda otra) con dirección a Hoi An.
El viaje dura unas cinco horas durante las cuales nos amenizan con videos horteras y gritos vietnamitas por la televisión, que ellos denominan videoclips de música vietnamita.
¡A descubrir Hoi An!