martes, 31 de mayo de 2016

PRÓXIMAMENTE...


Un mes lleno de aventuras, subidas y bajadas, flechas, conchas, amigos y muchas pisadas. 

Que lo importante es el camino y no la meta en sí. 

Pronto, empezaré a escribir sobre mi aventura por el Camino de Santiago que recorrí en Marzo del 2016 desde San Sebastián hasta Finisterre. 



sábado, 5 de septiembre de 2015

Cerrando el viaje

Volvemos a Bangkok, y como si de un déjà vu se tratase, empezamos a recordar rodas aquellas anécdotas que nos ocurrieron al empezar esta aventura. ¡Incluso nos encontramos con el tío que nos intentó timar el primer día con el Buda's holliday! 



Como llegamos tarde para entrar a los monumentos, decidimos irnos a caminar por la ciudad, pasando por Silom, China Town y Siam, para coger un autobús de vuelta desde el Victory Monument hasta Khao San Road, donde cenamos en uno de sus muchos puestos callejeros.



Al día siguiente, último para Elvira, nos fuimos a ver el Grand Palace y el Wat Phra Kaew, donde se guarda la verdadera estatua del Buda Esmeralda. El complejo es monumental y consta de varios edificios con mucho encanto; no obstante la mayoría de ellos no están abiertos al público, lo que hace que el precio sea algo abusivo. 



Después de tanto destello de teselas, nos fuimos a un pequeño parque cercano a descansar a la sombra. Comimos en un pequeño restaurante, y luego fuimos rumbo al sur hasta el mercado de flores, cruzamos el río, y fuimos por la rivera hasta el Wat Arun, donde cogimos un barco de vuelta al Grand Palce, y de ahí caminando a hacer las últimas compras por Khao San.



La cena de despedida la hicimos en el mismo puesto, del que ya éramos habituales, y después de un último paseo Elvira se nos monta en una van hacia el aeropuerto. Tras 53 días compartidos se nos va nuestra chica viajera que en su día se atrevió a venirse con estos dos locos, a pesar de que hubiese señales que le indicasen lo contrario. Sin duda, una parte esencial de nuestro viaje, y esperamos que ella haya disfrutado con nosotros, tanto como nosotros de ella.

Nuestro último día en Bangkok nos lo tomos con mucha tranquilidad: paseamos sin rumbo fijo por las zonas menos turísticas de la ciudad, hicimos nuestras últimas compras y nos dimos un capricho a la hora de comer con vistas al Democracy Monument. Por la tarde, seguimos con nuestros caprichos de caballero (que no mochilero), y nos regalamos un masaje tailandés.



Nada más entrar nos ofrecen una ducha, (lo cual nos beneficia a todos porque la sudada que llevábamos encima no era normal), un poco de agua fría, y nos dan ropa limpia y cómoda para el masaje. Durante una hora descubrimos que se pueden masajear muchas partes del cuerpo con muchas partes del cuerpo. Una experiencia que esperamos repetir cada vez que nuestra ruta de viaje nos lleve a Bangkok. 

Una vez terminados los caprichos, termianmos nuestra aventura igual que la empezamos: por el camino dificil. En lugar de cojernos una van o un taxi directos al aeropuerto, cogemos un bus local al Victory Monument. Una vez alli comienza a diluviarnos, y tenemos que esperar una hora hasta que llega la van (lo que nos costó hacernos entender con la gente de alli para que nos indicasen dónde se cogía). Finalmente nos montamos en la última van, que nos deja justo en la terminal de salidas del aeropuerto.

Así que facturamos maletas, nos ponemos ropa decente, y comienza nuestro viaje de vuelta. Ya habrá tiempo de reflexiones en Madrid.

viernes, 4 de septiembre de 2015

¡Que viene el tren! (de vuelta a casa)

Nuestra última parada antes de cerrar el círculo por el sureste asiático fue Kanchanaburi. Antes de empezar el viaje no estaba en nuestros planes, pero por recomendaciones, transportes y demás, decidimos visitarla para aprovechar más los pocos días que nos quedan en Tailandia. He hicimos bien.

El bus nocturno de Sukhothai nos deja en Bangkok, de nuevo, como manda la tradición, a las 03:00 AM. Intentamos dormir un poco, hasta que a la hora llega un policia que no nos deja seguir tumbados en los asientos. Así que aguantamos el tipo (entre conversaciones surrealistas propias de gente dormida), hasta que a las 06:30 cogemos el bus que nos deja sobre las 09:30 en Kanchanaburi.



Después de recorrernos la ciudad hasta la zona de guest houses, nos alojamos en un hostal sencillo y acogedor, con un gran jardín común, con hamacas y tumbonas con vistas al río, ideales para una cerveza o para recordar los momentos vividos a lo largo del viaje. Nos acomodamos en ella, y tras un largo paseo en busca de bicicletas (en el que pasamos varias veces frente al cementerio de los aliados de la II Guerra Mundial), seguimos nuestra costumbre de pedalear unos 12 km hacia el Wat Ban Tham, un templo situado en lo alto de un monte, con varias cuevas sagradas, y en el que para llegar a él hay que atravesar la boca de un dragón y subir por las escaleras de "sus entrañas ".



De vuelta a la ciudad, paseamos por la Walking street, con su estilo sinoportugués, y continuamos hasta llegar al Puente sobre el río Kwae o Puente de la muerte, por donde paseamos y vimos pasar un tren entre tanto turista haciéndose fotos. Esa misma tarde disfrutamos de unas cervezas (bueno, una de ellas no sabemos muy bien que era, es lo que tiene el arriesgar =p) al atardecer en nuestro jardincito, reponiendo las energías gastadas durante el día.



A la mañana siguiente, dado que estábamos algo cansados, en lugar de ir a las cascadas de Erawan, y hacer un señor trekking; nos fuimos a las Sae Yok Noi, descritas como un lugar para descansar y darse un baño. Fracaso absoluto. Las cascadas en cuestión eran más bien un estanque artificial, y apenas caía el agua debido a lo que han construido alrededor. Nuestro gozo en un pozo. No obstante decidimos disfrutar de la vuelta haciendo autostop, en el que conocimos a una familia de hermanos, que nos amenizaron el viaje entre lecciones de tailandés y risas.



Por la tarde paseamos por la ciudad y el cementerio, y nos encontramos con un mercado nocturno al lado de la estación donde cenamos bueno, bonito, barato, con smoothies y postres incluidos. Así concluye nuestra aventura en Kanchanaburi, y comienza nuestro viaje de vuelta a Bangkok.

Sukhothai express

Dado que nos alojamos en una guest house al lado de la estación de autobuses, a la mañana siguiente, antes de recorrer la ciudad, nos acercamos a comprar el billete de bus nocturno con destino Bangkok. Después de ello, desayuno del 7-eleven, y a pedalear 13 km hasta la ciudad antigua.


Allí entramos al recinto central de las ruinas, mucho mejor cuidadas y en mejor estado que sus vecinas de Ayutthaya, soltamos las bicicletas y decidimos recorrerlas andando ya que están bastante juntas y así nos ahorrábamos estar todo el rato con los microcandados de la bici. De entre ellas cabe destacar el Wat Mahathat, que con sus enormes budas y su estupa central bastante bien conservada te hace imaginar cómo fue en sus días dorados.


Tras la visita, comemos en un mercado cercano, y decidimos darnos un homenaje con los mejores smoothies de todo el sureste asiático. Un tazón de medio litro de pura fruta fresca, con un toque casero y una textura ideal. ¡Y a tan solo 20 baths! 

Después volvemos al hostal, nos damos una duchita y salimos a pasear por la new city antes de coger el sleeper. Al ser sábado, nos encontramos con un mercadillo de comida, con su verbena al lado. Nos recordaba a Chiang Rai, pero a pequeña escala. Allí además coincidimos con unos españoles que nos recomiendan Kanchanaburi, aumentando nuestras ganas de conocerlo, ya que iba a ser nuestra próxima parada (elegida sobre la marcha del viaje, como debe ser).

Finalmente, a las 22:00 cogemos el autobús que nos dejará de madrugada en la gran estación de Mo Chit, Bangkok.

lunes, 31 de agosto de 2015

¿Pairadise?

Madrugamos mucho para coger el único local bus que sale hacia Pai, que de local tiene más bien poco ya que va cargado de mochileros. Tras cuatro horas de camino; en las que había momentos que parecía que íbamos a tener que empujar al autobús cuesta arriba; llegamos a este pequeño pueblo que se ha hecho famoso por su ambiente hippie y desenfadado, la facilidad de conocer gente de otros lugares, y por el encanto de su entorno montañoso, que nos hizo recordar los días pasados en Vang Vieng (aquí también se puede hacer tubbing).


Tras una larga caminata para encontrar la guest house, dado que el puente de bambú había sido derribado por el monzón (ese que nos ha estado evitando durante casi todo el viaje), nos fuimos a comer un delicioso Pad Thai a un restaurante muy hippie. Después de reponer fuerzas, la scout decidió irse al Memorial Bridge caminando, mientras que los locos de la moto prefirieron alquilar una e irse a visitar los alrededores: las cascadas de Mo Paeng, el pueblo chino (creación exclusiva para los turistas, pero que en lo alto guarda unas vistas preciosas de la región), el Pai Canyon (con mucho encanto, pero se vienen arriba al compararlo con el de Colorado), y por último el Memorial Bridge, donde nos reencontramos con Elvira.


Tras ver el atardecer (o lo que las nubes dejaron ver de él), decidimos hacer dos viajes en moto para volver. Nada más arrancar, toca parar para ponerse el chubasquero, y joder la que cayó. Esta vez sí, la lluvia monzónica impedía mantener los dos ojos abiertos; menos mal que Nacho (que hacía las veces de mototaxista) lleva gafas, y paraba algunas gotas; pero no le hubieran venido mal unos limpiaparabrisas. Tras dejar a Elvira, y mientras volvía a por Sergio, Nacho oyó un grito en mitad de la carretera, y paró. Se trataba de Sergio, a quien una tierna tailandesa se había ofrecido a llevar, viendo la que caía. Así que se cambia de moto, y vuelven los dos al hostal.

Allí nos dimos una buena ducha (de las pocas calientes de todo el viaje) ¡y qué bien nos sentó! Después salimos a dar una vuelta por el Night Market, donde todos los hippies aprovechan para vender sus creaciones. Disfrutamos un poco del ambiente, y nos volvemos a descansar.


Al siguiente día, tras coger fuerzas con un desayuno en la guest house, nos ponemos las botas y salimos a realizar uno de los trekkings más auténticos de este viaje: las Mae Yen Waterfalls. Un recorrido de 7 km ida y 7 vuelta a través de la jungla, pobremente señalizado (lo cual lo hace más auténtico) y en durante el cual hay que cruzar el río nada más y nada menos que ¡38 veces! El caso es que tres horas después de empezar, y tras disfrutar del paisaje y el camino entre árboles, estábamos ante las Mae Yen, una cascada en dos niveles que termina en una pequeña charca en la que te puedes dar un chapuzón (que apetece bastante después de la paliza). Después de tomar las provisiones 7-eleven style, comenzamos el camino de vuelta a Pai, el cual se hace más llevadero. Una excursión que merece mucho la pena, y que es curioso ver lo poco transitada que está en relación con la cantidad de turistas que recibe Pai. Nosotros pudimos hacer todo el camino de ida y disfrutar del baño en solitario, y sólo nos cruzamos con tres o cuatro parejas en el camino de vuelta.


Ya en Pai reponemos fuerzas con unos refrescantes fruitshakes, y por la noche volvemos a disfrutar del ambiente del Night Market, donde nos tomamos unas deliciosas crepes de plátano y chocolate, hechas con mucho amor y delicadeza por una adorable pareja, que monta el puesto cada noche.

Tras esto nos recogemos para al día siguiente hacer uno de esos días de viaje 24 horas, con un bus a chiang Mai y de ahí otro a Sukhothai. Pai, a pesar de lo turístico que es, nos ha gustado y le hemos encontrado mucho encanto, y creemos que tiene muchas cosas que descubrir y explorar en sus alrededores narurales, más allá de la fama hippie y de fiesta que le precede. 


Al rico Pad Thai

La primera tarde en Chang Mai nos la tomamos con calma. El autostop, a pesar de ser fácil, llevó sus 5 horas y el sol y el calor nos habían aplatanado bastante; asímismo necesitábamos reorganizar un poco el planning y decidir qué hacer por Chiang Mai. 



Así, al día siguiente cogimos unas motos y nos subimos el monte Doi Suthep, a unos 14 km del centro, para ver el templo más sagrado de la ciudad: el Wat Phra That Doi Suthep. Una vez dentro, rodeamos tres veces la stupa dorada mientras recitábamos una oración budista; vimos la estatua del elefante blanco y el durian sagrado; y disfrutamos de las vistas de la ciudad desde lo alto.



Después del templo continuamos hasta el Winter Palace, una residencia de la realeza en la que se pueden visitar los jardines, rosaledas y el estanque, ya que todos los edificios están cerrados al público (¡menudo timo!). Y tras esto, bajadita con el motor apagado (que no está el bolsillo como para derrochar gasolina).



Por la tarde recorrimos los templos más importantes de los más de 300 que hay en Chiang Mai. Lo cierto es que son muy bonitos, y cada uno tiene su historia y sus peculiaridades; pero llega un momento en que cuesta diferenciarlos. 


Ya por la noche, después de cenar, salimos a recorrer las calles y dimos con un pequeño mercado nocturno. Sospechamos que estaba bastante vacío debido a que no era fin de semana. Paseamos también en torno a las murallas y antigua puerta de la ciudad, las cuales también nos pareció que estaban bastante escasas de vida nocturna.

A la mañana siguiente madrugamos para ir a la estación de autobuses (algo alejada del centro) para irnos un poco más al norte, hasta Pai.

sábado, 29 de agosto de 2015

¡A caminar y a hacer dedo se ha dicho!

Nos despedimos de nuestra casera de Chiang Rai, alias "la Hierbas", entre risas (como no), y cogemos un autobús a Mae Chan. Allí hacemos trasbordo a un tuk-tuk que nos lleva a través de las montañas hasta que llegamos a Mae Salong.



Allí encontramos el alojamiento más barato de todo el viaje (¡sólo 50 baths, con lavandería gratis!), y después de comer, nos ponemos a caminar. La ruta nos llevó por un camino asfaltado, que atraviesa varias aldeas de diferentes etnias de la región. De camino a una de estas aldeas, un coche nos paró y nos ofreció llevarnos camino abajo hasta ella; pero la subida nos la comimos con patatas. Tras cuatro horas de abruptas subidas y bajadas, completamos nuestra ruta. Ya en el hostal aprovechamos la free laundry, y nos vamos a dormir pronto ya que mañana nos esperan 240 km de ¡autostop!



A la mañana siguiente desayunamos en el 7-eleven, ¡y a parar coches! La primera pickup nos baja la colina hasta la estación de tuk-tuks, a pesar de que él paraba antes. Y allí mismo, delante de un control de policía, nos lanzamos sobre otra pickup que nos lleva, a gran velocidad, hasta Tha Ton. Al poco rato,  paramos una vieja y oxidada pickup, que conducían una pareja de ancianos adorables, que nos lleva hasta la entrada de Mae Ai. Aquí, nos para otra pickup, que nos deja sentarnos en el interior con él. El conductor, de nombre Moses, era un pastor protestante, que se encargaba de llevar nada más y nada menos que seis orfanatos, con perspectivas a abrir más en Myanmar y Laos. Con él pasamos un agradable rato hasta llegar a Fang, donde nos deja en la estación de autobuses y nos despedimos de él. 

Caminamos un rato, hasta parar una nueva pickup que conducía una simpática tailandesa, que nos recorrió unos pocos kilómetros, con parada para que ella hiciera sus compras incluida. Nos deja en mitad de la carretera, donde nos recogen un padre y un hijo en su pickup, que nos llevan bastantes kilómetros al sur, por carreteras secundarias (con vistas espectaculares) en las que habría sido difícil parar algún coche. Durante este trayecto, el coche que iba detrás saca la cámara para grabarnos y hacernos fotos, lo cual nos divirtió bastante. Nos dejan en la desviación a Chiang Dao, donde paramos otra pickup en la que iba una familia, y una mujer mayor nos dice que nos lleva hasta Chaing Dao, así que allá que nos subimos.

Una vez en Chiang Dao, nos cuesta más hacer autostop, y nos vamos alejando del centro de la ciudad hasta que nos para una joven, que no habla casi inglés, con un toyota blanco. Le decimos que vamos a Chiang Mai, y no duda en sonreirnos y decirnos que vale, así que subimos al coche, macutos incluidos. Los 84 km que nos separaban de la ciudad, no los recordamos muy nítidamente, ya que los tres caímos rendidos nada más subirnos al coche (¡menudo morro tenemos!). Cuando nos despertamos la chica sonríe y, dado que era difícil comunicarse con ella, nos deja en Chaing Mai, pero lejos del centro de la ciudad. Desde allí ya había tuk-tuks al centro, pero queríamos completar nuestra etapa a dedo, así que paramos una última pickup que nos acerca hasta la entrada del casco antiguo.

Así completamos nuestro día de viaje, tardando incluso menos que si hubiéramos ido en transporte público. Dado que las carreteras son mejores y hay más coches que en Laos (y el 80% son pickups), el trayecto fue mucho más cómodo que en nuestra anterior experiencia, y no estuvimos en ningún momento más de quince minutos esperando.