Volvemos a Bangkok, y como si de un déjà vu se tratase, empezamos a recordar rodas aquellas anécdotas que nos ocurrieron al empezar esta aventura. ¡Incluso nos encontramos con el tío que nos intentó timar el primer día con el Buda's holliday!
Como llegamos tarde para entrar a los monumentos, decidimos irnos a caminar por la ciudad, pasando por Silom, China Town y Siam, para coger un autobús de vuelta desde el Victory Monument hasta Khao San Road, donde cenamos en uno de sus muchos puestos callejeros.
Al día siguiente, último para Elvira, nos fuimos a ver el Grand Palace y el Wat Phra Kaew, donde se guarda la verdadera estatua del Buda Esmeralda. El complejo es monumental y consta de varios edificios con mucho encanto; no obstante la mayoría de ellos no están abiertos al público, lo que hace que el precio sea algo abusivo.
Después de tanto destello de teselas, nos fuimos a un pequeño parque cercano a descansar a la sombra. Comimos en un pequeño restaurante, y luego fuimos rumbo al sur hasta el mercado de flores, cruzamos el río, y fuimos por la rivera hasta el Wat Arun, donde cogimos un barco de vuelta al Grand Palce, y de ahí caminando a hacer las últimas compras por Khao San.
La cena de despedida la hicimos en el mismo puesto, del que ya éramos habituales, y después de un último paseo Elvira se nos monta en una van hacia el aeropuerto. Tras 53 días compartidos se nos va nuestra chica viajera que en su día se atrevió a venirse con estos dos locos, a pesar de que hubiese señales que le indicasen lo contrario. Sin duda, una parte esencial de nuestro viaje, y esperamos que ella haya disfrutado con nosotros, tanto como nosotros de ella.
Nuestro último día en Bangkok nos lo tomos con mucha tranquilidad: paseamos sin rumbo fijo por las zonas menos turísticas de la ciudad, hicimos nuestras últimas compras y nos dimos un capricho a la hora de comer con vistas al Democracy Monument. Por la tarde, seguimos con nuestros caprichos de caballero (que no mochilero), y nos regalamos un masaje tailandés.
Nada más entrar nos ofrecen una ducha, (lo cual nos beneficia a todos porque la sudada que llevábamos encima no era normal), un poco de agua fría, y nos dan ropa limpia y cómoda para el masaje. Durante una hora descubrimos que se pueden masajear muchas partes del cuerpo con muchas partes del cuerpo. Una experiencia que esperamos repetir cada vez que nuestra ruta de viaje nos lleve a Bangkok.
Una vez terminados los caprichos, termianmos nuestra aventura igual que la empezamos: por el camino dificil. En lugar de cojernos una van o un taxi directos al aeropuerto, cogemos un bus local al Victory Monument. Una vez alli comienza a diluviarnos, y tenemos que esperar una hora hasta que llega la van (lo que nos costó hacernos entender con la gente de alli para que nos indicasen dónde se cogía). Finalmente nos montamos en la última van, que nos deja justo en la terminal de salidas del aeropuerto.
Así que facturamos maletas, nos ponemos ropa decente, y comienza nuestro viaje de vuelta. Ya habrá tiempo de reflexiones en Madrid.
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