Nuestra última parada antes de cerrar el círculo por el sureste asiático fue Kanchanaburi. Antes de empezar el viaje no estaba en nuestros planes, pero por recomendaciones, transportes y demás, decidimos visitarla para aprovechar más los pocos días que nos quedan en Tailandia. He hicimos bien.
El bus nocturno de Sukhothai nos deja en Bangkok, de nuevo, como manda la tradición, a las 03:00 AM. Intentamos dormir un poco, hasta que a la hora llega un policia que no nos deja seguir tumbados en los asientos. Así que aguantamos el tipo (entre conversaciones surrealistas propias de gente dormida), hasta que a las 06:30 cogemos el bus que nos deja sobre las 09:30 en Kanchanaburi.
Después de recorrernos la ciudad hasta la zona de guest houses, nos alojamos en un hostal sencillo y acogedor, con un gran jardín común, con hamacas y tumbonas con vistas al río, ideales para una cerveza o para recordar los momentos vividos a lo largo del viaje. Nos acomodamos en ella, y tras un largo paseo en busca de bicicletas (en el que pasamos varias veces frente al cementerio de los aliados de la II Guerra Mundial), seguimos nuestra costumbre de pedalear unos 12 km hacia el Wat Ban Tham, un templo situado en lo alto de un monte, con varias cuevas sagradas, y en el que para llegar a él hay que atravesar la boca de un dragón y subir por las escaleras de "sus entrañas ".
De vuelta a la ciudad, paseamos por la Walking street, con su estilo sinoportugués, y continuamos hasta llegar al Puente sobre el río Kwae o Puente de la muerte, por donde paseamos y vimos pasar un tren entre tanto turista haciéndose fotos. Esa misma tarde disfrutamos de unas cervezas (bueno, una de ellas no sabemos muy bien que era, es lo que tiene el arriesgar =p) al atardecer en nuestro jardincito, reponiendo las energías gastadas durante el día.
A la mañana siguiente, dado que estábamos algo cansados, en lugar de ir a las cascadas de Erawan, y hacer un señor trekking; nos fuimos a las Sae Yok Noi, descritas como un lugar para descansar y darse un baño. Fracaso absoluto. Las cascadas en cuestión eran más bien un estanque artificial, y apenas caía el agua debido a lo que han construido alrededor. Nuestro gozo en un pozo. No obstante decidimos disfrutar de la vuelta haciendo autostop, en el que conocimos a una familia de hermanos, que nos amenizaron el viaje entre lecciones de tailandés y risas.
Por la tarde paseamos por la ciudad y el cementerio, y nos encontramos con un mercado nocturno al lado de la estación donde cenamos bueno, bonito, barato, con smoothies y postres incluidos. Así concluye nuestra aventura en Kanchanaburi, y comienza nuestro viaje de vuelta a Bangkok.
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