sábado, 5 de septiembre de 2015

Cerrando el viaje

Volvemos a Bangkok, y como si de un déjà vu se tratase, empezamos a recordar rodas aquellas anécdotas que nos ocurrieron al empezar esta aventura. ¡Incluso nos encontramos con el tío que nos intentó timar el primer día con el Buda's holliday! 



Como llegamos tarde para entrar a los monumentos, decidimos irnos a caminar por la ciudad, pasando por Silom, China Town y Siam, para coger un autobús de vuelta desde el Victory Monument hasta Khao San Road, donde cenamos en uno de sus muchos puestos callejeros.



Al día siguiente, último para Elvira, nos fuimos a ver el Grand Palace y el Wat Phra Kaew, donde se guarda la verdadera estatua del Buda Esmeralda. El complejo es monumental y consta de varios edificios con mucho encanto; no obstante la mayoría de ellos no están abiertos al público, lo que hace que el precio sea algo abusivo. 



Después de tanto destello de teselas, nos fuimos a un pequeño parque cercano a descansar a la sombra. Comimos en un pequeño restaurante, y luego fuimos rumbo al sur hasta el mercado de flores, cruzamos el río, y fuimos por la rivera hasta el Wat Arun, donde cogimos un barco de vuelta al Grand Palce, y de ahí caminando a hacer las últimas compras por Khao San.



La cena de despedida la hicimos en el mismo puesto, del que ya éramos habituales, y después de un último paseo Elvira se nos monta en una van hacia el aeropuerto. Tras 53 días compartidos se nos va nuestra chica viajera que en su día se atrevió a venirse con estos dos locos, a pesar de que hubiese señales que le indicasen lo contrario. Sin duda, una parte esencial de nuestro viaje, y esperamos que ella haya disfrutado con nosotros, tanto como nosotros de ella.

Nuestro último día en Bangkok nos lo tomos con mucha tranquilidad: paseamos sin rumbo fijo por las zonas menos turísticas de la ciudad, hicimos nuestras últimas compras y nos dimos un capricho a la hora de comer con vistas al Democracy Monument. Por la tarde, seguimos con nuestros caprichos de caballero (que no mochilero), y nos regalamos un masaje tailandés.



Nada más entrar nos ofrecen una ducha, (lo cual nos beneficia a todos porque la sudada que llevábamos encima no era normal), un poco de agua fría, y nos dan ropa limpia y cómoda para el masaje. Durante una hora descubrimos que se pueden masajear muchas partes del cuerpo con muchas partes del cuerpo. Una experiencia que esperamos repetir cada vez que nuestra ruta de viaje nos lleve a Bangkok. 

Una vez terminados los caprichos, termianmos nuestra aventura igual que la empezamos: por el camino dificil. En lugar de cojernos una van o un taxi directos al aeropuerto, cogemos un bus local al Victory Monument. Una vez alli comienza a diluviarnos, y tenemos que esperar una hora hasta que llega la van (lo que nos costó hacernos entender con la gente de alli para que nos indicasen dónde se cogía). Finalmente nos montamos en la última van, que nos deja justo en la terminal de salidas del aeropuerto.

Así que facturamos maletas, nos ponemos ropa decente, y comienza nuestro viaje de vuelta. Ya habrá tiempo de reflexiones en Madrid.

viernes, 4 de septiembre de 2015

¡Que viene el tren! (de vuelta a casa)

Nuestra última parada antes de cerrar el círculo por el sureste asiático fue Kanchanaburi. Antes de empezar el viaje no estaba en nuestros planes, pero por recomendaciones, transportes y demás, decidimos visitarla para aprovechar más los pocos días que nos quedan en Tailandia. He hicimos bien.

El bus nocturno de Sukhothai nos deja en Bangkok, de nuevo, como manda la tradición, a las 03:00 AM. Intentamos dormir un poco, hasta que a la hora llega un policia que no nos deja seguir tumbados en los asientos. Así que aguantamos el tipo (entre conversaciones surrealistas propias de gente dormida), hasta que a las 06:30 cogemos el bus que nos deja sobre las 09:30 en Kanchanaburi.



Después de recorrernos la ciudad hasta la zona de guest houses, nos alojamos en un hostal sencillo y acogedor, con un gran jardín común, con hamacas y tumbonas con vistas al río, ideales para una cerveza o para recordar los momentos vividos a lo largo del viaje. Nos acomodamos en ella, y tras un largo paseo en busca de bicicletas (en el que pasamos varias veces frente al cementerio de los aliados de la II Guerra Mundial), seguimos nuestra costumbre de pedalear unos 12 km hacia el Wat Ban Tham, un templo situado en lo alto de un monte, con varias cuevas sagradas, y en el que para llegar a él hay que atravesar la boca de un dragón y subir por las escaleras de "sus entrañas ".



De vuelta a la ciudad, paseamos por la Walking street, con su estilo sinoportugués, y continuamos hasta llegar al Puente sobre el río Kwae o Puente de la muerte, por donde paseamos y vimos pasar un tren entre tanto turista haciéndose fotos. Esa misma tarde disfrutamos de unas cervezas (bueno, una de ellas no sabemos muy bien que era, es lo que tiene el arriesgar =p) al atardecer en nuestro jardincito, reponiendo las energías gastadas durante el día.



A la mañana siguiente, dado que estábamos algo cansados, en lugar de ir a las cascadas de Erawan, y hacer un señor trekking; nos fuimos a las Sae Yok Noi, descritas como un lugar para descansar y darse un baño. Fracaso absoluto. Las cascadas en cuestión eran más bien un estanque artificial, y apenas caía el agua debido a lo que han construido alrededor. Nuestro gozo en un pozo. No obstante decidimos disfrutar de la vuelta haciendo autostop, en el que conocimos a una familia de hermanos, que nos amenizaron el viaje entre lecciones de tailandés y risas.



Por la tarde paseamos por la ciudad y el cementerio, y nos encontramos con un mercado nocturno al lado de la estación donde cenamos bueno, bonito, barato, con smoothies y postres incluidos. Así concluye nuestra aventura en Kanchanaburi, y comienza nuestro viaje de vuelta a Bangkok.

Sukhothai express

Dado que nos alojamos en una guest house al lado de la estación de autobuses, a la mañana siguiente, antes de recorrer la ciudad, nos acercamos a comprar el billete de bus nocturno con destino Bangkok. Después de ello, desayuno del 7-eleven, y a pedalear 13 km hasta la ciudad antigua.


Allí entramos al recinto central de las ruinas, mucho mejor cuidadas y en mejor estado que sus vecinas de Ayutthaya, soltamos las bicicletas y decidimos recorrerlas andando ya que están bastante juntas y así nos ahorrábamos estar todo el rato con los microcandados de la bici. De entre ellas cabe destacar el Wat Mahathat, que con sus enormes budas y su estupa central bastante bien conservada te hace imaginar cómo fue en sus días dorados.


Tras la visita, comemos en un mercado cercano, y decidimos darnos un homenaje con los mejores smoothies de todo el sureste asiático. Un tazón de medio litro de pura fruta fresca, con un toque casero y una textura ideal. ¡Y a tan solo 20 baths! 

Después volvemos al hostal, nos damos una duchita y salimos a pasear por la new city antes de coger el sleeper. Al ser sábado, nos encontramos con un mercadillo de comida, con su verbena al lado. Nos recordaba a Chiang Rai, pero a pequeña escala. Allí además coincidimos con unos españoles que nos recomiendan Kanchanaburi, aumentando nuestras ganas de conocerlo, ya que iba a ser nuestra próxima parada (elegida sobre la marcha del viaje, como debe ser).

Finalmente, a las 22:00 cogemos el autobús que nos dejará de madrugada en la gran estación de Mo Chit, Bangkok.